Soy estudiante de lengua de signos y guía de interpretación. Leí el artículo dedicado a Daniel Álvarez y no paraban de pasar por mi cabeza imágenes de mi primera experiencia como monitoria de personas discapacitadas y me encantaría compartirla con vosotros. Fuimos un grupo de 20 monitores con 70 personas discapacitadas físicas y psíquicas a un hotel de Benidorm. Mi grupo eran cinco mujercitas muy simpáticas, todas bastante autónomas menos una de ella, Pili.
Antes del campamento te dan una ficha con las características de cada uno para orientarte un poco a la hora de tratarles. La ficha de Pili decía que era una mujer sordociega con resto visual, un nivel de lenguaje de signos básico, obsesiva compulsiva y agresiva cuando recibía un no por respuesta. Cuando la vi por primera vez me acerqué a ella, le toqué el hombro, me puse enfrente y le dije mi nombre y mi signo, ella me respondio con su signo y una sonrisa, se agarró de mi brazo y nos montamos en el autobús. Fuimos hablando (signando) todo el viaje.
Todos los días éramos una, yo era ella. Por el día veia bastante bien, pero por la noche buscábamos puntos de luz para comunicarnos. A la hora de la comida, íbamos de plato en plato, yo le decía el signo de las cosas y ella me decía lo que le apetecía. Luego íbamos al jardín y me llevaba de acá para allá preguntándome el signo de todo lo que no sabía signar. Costaba bastante convencerla de cambiar de actividad, lugar, comida...supongo que ése era el momento de agresividad al que se refería su ficha, el momento de explicarle las cosas. No sé si en su residencia hay alguien con el que pueda comunicarse en lenguaje de signos, supongo que no, y que por eso hablan de agresividad. Pili es lista, curiosa, simpática, risueña y sobre todo capaz de aprender.
El viaje de vuelta se lo pasó entero cogida de mi mano y a mí me dejó llorando.
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